viernes, abril 20, 2007

¿Realmente...?

Abro la puerta… y ahí estás. Con esa imagen tan hermosa, tal como te recordaba. ¿Cuánto tiempo ha pasado sin verte? Unos 2 meses, tal vez. Pero para mí ha parecido toda una eternidad estar sin ti. Al ver tus ojos, mi mente empieza a viajar a la velocidad de la luz, dirigiéndose a esa maravillosa etapa de mi vida, en la que tú estuviste junto a mí. Los lugares donde estuvimos; las mañanas, tardes y noches compartidas; todos los abrazos, los sabores de tus besos; los colores de las cosas que nos rodeaban, que parecían más nítidos por el simple hecho de saber que me amabas, y yo a ti, y sentir que nadie en este mundo podía separarnos. Tu mirada, esa que sólo era para mí… y que ahora tengo de frente otra vez. Entras a mi casa… te metes hasta mi cuarto, de la misma forma en la que te metiste a mi corazón y mi alma, sin permiso. Yo te sigo, como te he seguido todo este tiempo, paso por paso, sin perderme ninguno. Te sientas en mi cama, y yo me siento frente a ti en una silla, para poder contemplarte directamente, porque no es mi intención ocultarte mis sentimientos. Es más, no sé cómo ocultarte algo a ti, que me conoces tan bien, como a la palma de tu mano. Te miro fijamente, como si quisiera guardar esa imagen tuya para siempre. Es tanta la ternura que siento al ver tus ojitos miel… tu sonrisa… tu cabello… que no puedo aguantarme, y mis ojos empiezan a llenarse de lágrimas. No puedo creer que realmente estés frente a mí, aquí en mi casa, en mi cuarto. Pero trato de controlarme y de enfocarme en el motivo de tu visita. Si hace tanto tiempo que no vienes. Debe ser algo importante. “¿Estás bien?” Te pregunto con toda la delicadeza que me es posible aplicar en ese momento. Bajas la mirada y empiezas a decirme que no sabes cómo pasó, si tú casi podías jurar que jamás pasaría… pero me extrañas. Aún no sabes cómo pudiste dejarme, si sabías que lo que yo te ofrecía era único, irrepetible e incomparable. Me dices que no te ha ido bien con las personas que hubo después de mí. Que con ninguna de ellas pudiste sentir lo que conmigo... Y después dices algo que he estado esperando desde que terminamos… Quieres intentarlo otra vez. Quieres que salgamos y empecemos poco a poco. Yo no puedo creerlo. Te veo fijamente… y ahora sí, mis lágrimas empiezan a caer. Te acercas a mí, me abrazas, me miras tierna y fijamente, y luego me das un beso, como para sellar el “trato” que acabas de proponerme. Te recuestas en la cama, y yo hago lo mismo. Empezamos a contemplar el techo, como si de pronto estuviera lleno de estrellas y fuéramos las únicas personas en este mundo de sábanas. Nada podría interrumpir la felicidad que siento en este momento. O por lo menos eso creí. Escucho un ruido. Al parecer es la puerta. Sí. Me levanto rápidamente para ver quién se atreve a interrumpir este sueño que estoy viviendo. Abro… nada importante. Regreso a mi cuarto, veo mi cama y… ya no estás ahí. Empiezo a sentir como si no pudiera volver a encontrarte nunca. Siento angustia, miedo, desesperación. Trato de calmarme, pero lo único que puedo entender entre tanta confusión es que no estás. Creo que, después de todo, sí fue un sueño. Un hermoso sueño…